Los artistas de foley, con una destreza sorprendente, logran dar vida a los mundos cinematográficos de maneras que van más allá de lo que los ojos pueden ver. En las películas, podemos escuchar las voces de los protagonistas y disfrutar de la banda sonora, pero también existe otra dimensión, una serie de sonidos invisibles pero esenciales: el crujir mágico de un hueso rompiéndose, el galope de un caballo, los pasos majestuosos de un mamut e incluso el vuelo épico de un dragón.
Esta magia sonora es posible gracias a los artistas de foley, que trabajan dentro de un estudio de grabación para asegurarse de que estos sonidos suenen lo más real posible. Cuando hablamos de Foley o efecto de sala, nos referimos a la técnica cinematográfica que se dedica a recrear todos estos sonidos que forman parte de una película y que no se pueden grabar durante el rodaje. Los platós de cine y los entornos de filmación suelen estar llenos de ruidos que dificultan captar los sonidos deseados con claridad. Ya sea por la presencia de técnicos, directores u otros ruidos como los de las cámaras y las grúas, la captura precisa de los sonidos puede ser todo un desafío.
Esta dificultad se traslada incluso a exteriores, donde factores como el ruido del tráfico o el viento pueden interferir en la grabación. Es por eso que muchos de los sonidos que queremos que se escuchen en la película se añaden durante la fase de posproducción, y esto es gracias a la destreza de los artistas de Foley. Este oficio requiere una gran dosis de imaginación y una audición excepcional para crear sonidos que se ajusten perfectamente a las imágenes.
La historia de la profesión tiene su propio legado, con Jack Donovan Foley siendo el pionero en este campo. Su nombre es tan simbólico en la profesión que el oficio lleva su apellido: Foley. Cuando el cine sonoro llegó, Jack fue quien comenzó a crear y grabar los sonidos ambientales de las películas en una sala de posproducción. Algunas de las primeras películas en las que trabajó fueron «El fantasma de la ópera» (1925) y «Espartaco» (1929). Sin embargo, esta práctica ya existía en otras formas antes, como en las radionovelas y las proyecciones de cine mudo, donde los efectos de sonido eran una parte crucial de la experiencia.
Hoy en día, en una era tecnológica, podría parecer que la profesión de Foley podría haber quedado obsoleta, ya que existen bibliotecas digitales de efectos de sonido pregrabados disponibles en Internet. Sin embargo, el arte del Foley sigue siendo relevante. En muchas producciones, los sonidos siguen grabándose artesanalmente, gracias a la habilidad de los artistas de Foley. Esta práctica aporta un toque único y auténtico a los proyectos cinematográficos.
Así que, si quieren adentrarse en esta técnica mágica, les invitamos a explorar el mundo del Foley. A través de este arte, podrán despertar su creatividad y su oído activo, reconocer y diferenciar varios sonidos relacionados con imágenes y experimentar con objetos cotidianos para crear nuevos sonidos. A continuación, les mostramos un video que les enseñará cómo crear el vuelo épico de un dragón, una pequeña ventana a este mundo fascinante.